Tic, tac, Sánchez

Tres problemas de Estado convertidos en pedradas de ida y vuelta entre el que gobierna y el que puede gobernar. El culebrón hispano-venezolano, el problema migratorio y la financiación autonómica cursan en los circuitos de la política nacional como losetas inseguras bajo los pies de Sánchez. Sin embargo, el presidente y sus coros políticos y mediáticos se aferran al lema prefabricado en la Moncloa de que “hay gobierno para rato”.


El discurso no puede ser más voluntarista si aparcamos los deseos y nos atenemos a la realidad. Incluso asumiendo –no hay otro remedio– el hecho de que los tres problemas de Estado que acabo de mencionar no cuentan con una remada conjunta del principal partido de oposición.


Desalentador, pero lógico. Si el PP echara una mano, como a todas horas le piden los voceros del sanchismo dentro y fuera del Parlamento, Núñez Feijóo estaría alimentando la credibilidad del discurso sobre lo del Gobierno para rato. Y no parece que don Alberto esté por la labor de consolidar a su adversario político para los tres años que restan para el agotamiento natural de la legislatura.


Habrá quien defienda la cooperación del partido conservador en políticas de Estado como las citadas (Venezuela, inmigración, financiación autonómica), en nombre de la distensión y el higiénico despegue de la ultraderecha. Incluso hasta el punto de que un buen relato de esa apuesta por la centralidad mejoraría la facturación electoral del PP.


Pero no es el caso.


Bien al contrario, el principal partido de la oposición usa a diario la artillería pesada contra el Gobierno. Con acusaciones tan bárbaras como la de haber colaborado en el golpe de Estado de Maduro. Y otras, basadas en procesos de intención de asuntos que están por venir.


Por ejemplo, un hipotético separatismo fiscal de Cataluña que, de momento, solo es una declaración de intenciones (preacuerdo PSOE-ERC) pendiente de paso por el telar parlamentario (reforma de la ley de financiación autonómica). Y, en fin, el consabido desencuentro de los dos grandes partidos en la gestión del problema migratorio que, a decir verdad, descoloca a los dos, porque ni Sánchez ni Feijóo han encontrado la lámpara de Aladino capaz de conciliar legalidad y humanitarismo.


Si a todo esto añadimos la fractura del sindicato de costaleros parlamentarios de Sánchez, el mar de fondo en las filas socialistas ante el congreso de otoño, la corrupción de cercanías, la falta de Presupuestos Generales para 2025 y la cada vez más accidentada aplicación de la ley de amnistía, no me extraña que se multipliquen las voces anunciadoras de una quiebra anticipada de los planes de Sánchez para seguir en la Moncloa durante tres años más.


Tic, tac, tic, tac, como diría Iglesias Turrión.  

Tic, tac, Sánchez

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