Manuel González Sánchez, formador de maquinistas, ha admitido este jueves que era "evidente" el riesgo en la curva de A Grandeira, donde en 2013 impactó un tren Alvia causando 80 muertes y casi centenar y medio de heridos, y ha dicho que como nada se hizo al respecto, pues se admitió este giro "como animal de compañía" y para bajar la velocidad se improvisaba.
En una nueva sesión del juicio por ese accidente, este cargo ha dicho conocer el correo de alerta remitido por su colega y jefe de maquinistas de Ourense, José Ramón Iglesias Mazaira, y concordar absolutamente con el contenido del mismo, del cual, por la estrecha relación que une a ambos, era conocedor incluso antes de su envío.
Ese peligro era "comúnmente conocido", ha subrayado González en la sala de vistas instalada en la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela ante la atenta mirada de la magistrada presidenta María Elena Fernández Currás.
"La curva era un riesgo. Yo pasé más de cuatrocientas veces por ahí. Pude ser accidentado también", ha expresado el declarante, y ha añadido que "el riesgo" podría haber afectado a cualquier maquinista; "incluso" a él, ha enfatizado.
Con todo, como la reacción al escrito de Mazaira fue que todo era "legal", "normal" y "reglamentario", González ha subrayado que no tuvieron más opción que "convivir con ella (la curva) hasta el día del accidente".
Un siniestro que cree que se podría haber evitado con algo "tan sencillo como la limitación de velocidad que se puso después" de la tragedia ferroviaria.
Sin esa señalización a su juicio tan necesaria, "el chip de un maquinista en vía libre no implica reducción ni restricción" alguna.
Y desubicarse, a juicio de González, es fácil en caso de sufrir "un lapsus".
"El problema es cuando sufres un lapsus y no hay ninguna barrera que te corrija el lapsus. Ese es el problema de la curva de Angrois", ha reflejado Manuel González.
"¡Se me ponen los pelos de punta!", ha manifestado acto seguido, y ha hecho una breve parada.
Tras el infortunio, ha proseguido, "se modificó" el discurso y se actuó sobre lo que no se había corregido antes. "Antes del accidente se podía llegar a 200 kilómetros por hora hasta la curva de Angrois sin infringir ninguna norma. Ante un lapsus o despiste, como fue el caso, me estrello".
"¿Por qué no se modificó antes? No lo entiendo", ha dejado caer al aludir a las balizas instaladas con posterioridad.
Se pasó de "inventar" o "improvisar" el punto de frenado, a contar con unas alertas que, bajo su criterio, deberían estar ahí desde la puesta en funcionamiento de la línea entre Ourense y Santiago, la del siniestro.
"En una frenada de emergencia de 200 a cero necesito, como mínimo, dos kilómetros y pico", ha concretado González.
Y si no actuó como Mazaira valiéndose del mecanismo específico de Renfe para enviar incidencias de seguridad, fue por entender que al decirle a su amigo que todo "se ajustaba a la norma", el resto poco o nada podían hacer.
"Tenemos que convivir con eso y punto. Nosotros no podemos hacer nada más". "¿Qué más había que añadir a eso?", ha cuestionado con evidente incomprensión. "¿Hablar más alto?", ha agregado.
Dos son los acusados en este caso, el maquinista, Francisco José Garzón Amo, y Andrés Cortabitarte, en su momento responsable de la seguridad en la circulación de Adif.
Ninguno de ellos ha estado presente en esta testifical, pues tienen libertad para acudir o no.
La vista se retomará el día 22 de este mes.