El acompañamiento a las mujeres víctimas de violencia machista un año más quedó de manifiesto como una apuesta significativa en la acción social que se ha centrado tanto en la intervención directa como en todo tipo de iniciativas que miran hacia una mayor concienciación y corresponsabilidad en la lucha contra esta lacra social en el ámbito personal, comunitario, público y político. Algo que a todos los niveles volvimos a vivir recientemente con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En este objetivo se refleja conseguir una verdadera igualdad y justicia entre hombres y mujeres.
Sobre esta cruda realidad queremos hacer hincapié sobre el trabajo desarrollado por Cáritas. La entidad cuenta a nivel confederal con equipos multidisciplinares que trabajan en este campo y ha reflejado que el año pasado acompañó a través de diferentes recursos y programas especializados a un total de 3.667 mujeres víctimas de violencia machista. Los datos son tremendamente preocupantes: 2.994 se encontraban en contextos de prostitución, 800 eran víctimas de explotación sexual, 275 presentaban indicios de trata, 590 sufrían violencia de género en el ámbito de la pareja y 8 eran víctimas de otras violencias.
La institución eclesial ha detectado que en los últimos años se viene registrando un aumento de mujeres que ejercen la prostitución entre las que figuran múchas inmigrantes. Se trata de mujeres que llegaron contratadas en origen, pero que decidieron no volver a su país al finalizar la campaña y en situación administrativa irregular.
Con ellas se trabaja desde la óptica de la acogida y el acompañamiento facilitándoles lugares seguros, apoyo psicosocial, asesoramiento jurídico, talleres de desarrollo personal , orientación e inserción social y laboral y ayudas económicas en aquellos casos de especial vulnerabilidad y exclusión. Todo ello en ese camino de intentar que puedan volver a tener una vida normal y, sobre todo, una preparación para su posible reintegración en el campo laboral.
Debemos recordar que ser víctima de violencia suele provocar de manera más que alarmante aislamiento, gran deterioro de la autoestima y frustración. No se pueden olvidar los problemas de salud física y mental, así como grandes dificultades para la inserción laboral. Todo esto hace que dispongan de un agravante más como es la independencia económica lo que las condiciona mucho para poder decidir sobre sus vidas.
El acompañamiento a estas mujeres se hace necesario ya que la gran mayoría de ellas viven inmersas en espirales de violencia y en muchas ocasiones son más que invisibles, lo que las estigmatiza. En todo este largo camino se deben de intensificar las acciones formativas para sensibilizar, prevenir, identificar y acompañar de manera constante a estas mujeres que sufren situaciones tan injustas.
Entre todos debemos contribuir a crear una sociedad en la que no se ejerza ningún tipo de violencia contra las mujeres. La denuncia tiene que ser constante porque los distintos tipos de violencia machista no disminuyen.