Más de una vez he comentado que mi película favorita de Woody Allen es “Match Point”. Sin ser yo muy de Woody, amigo lector dominical. Ese señor feo y bajito que se levantaba a todas las guapas de Hollywood dando la turra me parecía un director del montón. Hasta que vi “Match Point” alguna de sus películas me había aburrido, alguna gustado, alguna otra gustado mucho (“La rosa púrpura del Cairo”, por ejemplo) pero la que me deslumbró fue la de la pelota en la red y la suerte. Porque en realidad la vida es un poco como todo, y ese un poco como todo es la suerte. La Baraka.
La suerte es fundamental en la vida. Y la mala suerte también. Esto viene a cuento por la noticia negra del mes, yo diría que del año. Matas a un señor en una aldea de Soria. El plan perfecto. Lo matas, lo descuartizas y lo entierras en un cementerio, el último sitio en donde van a buscar un cadáver. Y mientras paseas por el pueblo solitario con el cuerpo en una carretilla, troceadito y envuelto en una bolsa, listo para hacerlo desaparecer…lo que aparece es el coche del Google Maps con su cámara en el techo. Y te graba. Y se ve perfectamente tu chaqueta del Numancia y tu trasero mientras te afanas en colocar los restos mortales del pobre asesinado en el maletero como quien coloca las bolsas de la compra al salir del Mercadona. Eso es tener mala suerte. Bueno, mala suerte, mala enverdad, que dicen ahora los jóvenes, la tuvo el muerto, pero aquí hablamos de la mala suerte de Woody Allen en Match Point, no de la otra.
Leo que un error de Hacienda causó un agujero fiscal de 715 millones en el fraude de los hidrocarburos. Y me pregunto cómo Hacienda, que te controla hasta si vendes un pantalón de segunda mano por Internet, es tan torpe en algunos casos como para escapársele tanto dinero por un agujerito, como si se tratase de Alicia en el País de las Maravillas. Los beneficiados del agujerito también tuvieron la Baraka de cara, por lo visto. Y en eso estamos, en que nos sonría la suerte, que se acerca el sorteo de la Lotería Nacional, ese aquelarre de números, bolas y vocecitas de niños que nos mantiene entretenidos toda la mañana. No tengo yo mucha fe en la Lotería, pero nunca se sabe, me apellido Abarca y podría ser perfectamente un anagrama de Baraka, así que igual me llevo un décimo a casa. Por si acaso hay Match Point.