La galería Xerión ofrece una muestra de Marta Pardo de Vera ( A Coruña, 1948) y Margara Hernández (A Coruña,1931), dos artistas de las más singulares de nuestra ciudad y de reconocida trayectoria. Dueñas, ambas, de un lenguaje personal, traen a esta exposición una escogida muestra de su quehacer. Margara Hernández presenta una serie de figuras femeninas de terracota, como “La Juani”, “Cabecita “ ,” Niña con perro”, “ La jefa”, “Catalina” o “La que piensa”, en las que rompe con cualquier tipo de canon académico, para representar poderosas figuras de mujer, de orondas y graciosas carnaciones, bien asentadas en tierra; que reposan o se yerguen con toda su silente fuerza, como para dejar constancia de que es ella: la mujer, tierra levantada, el sostén más vigoroso y firme de la vida; de algún modo, pueden verse como un homenaje al eterno femenino, pero no en su visión edulcorada y manipulada por cánones de belleza, sino en el que se acerca a la mujer sencilla y popular, que se sustenta de su humilde grandeza. En cuanto a Marta Pardo de Vera, nos regala una selecta muestra de su quehacer, cuyo principal protagonista es la figura humana, pero también hay algún paisaje y bodegón; en todos ellos, hay que destacar el vibrante cromatismo que consigue, especialmente, por medio de contrastes de complementarios como el rojo y el verde o el naranja y el azul; otro aspecto es la perfecta articulación compositiva en la que figuras y objetos se integran en rítmico equilibrio, creando sugerentes contrapuntos y abriendo espacios a la imaginación. Toda su obra está transida de un amable lirismo no exento de leve melancolía, que se concentra en la expresión de los rostros, especialmente en la mirada, de lo cual es un ejemplo la obra del mismo título que representa a una joven de grandes ojos ensoñadores, tocada a la manera de nuestras antiguas campesinas, que parece escuchar embelesada el canto de un blanco pajarillo. Una de las obras en la que queda patente su interés por la condición humana es el díptico “El paraíso”, en el que dibuja de un modo simbólico, a nuestros bíblicos padres, Adán y Eva, orillados de un espacio azul profundo, que recuerda las aguas de un río; él aparece tendiendo las manos al vacío, como en súplica de algo y Eva se yergue torciendo la cabeza a la lejanía, junto a una mesa en la que hay sólidos geométricos y una paleta de pintar; con ello, parece prefigurar ya un destino humano que lleva implícito el arte y el pensamiento . El cuadro “Homenaje a María Blanchard” compuesto de vibrantes planos de color, levemente geometrizados, es un ejemplo de la maestría alcanzada tanto por la armonía compositiva como por el bien temperado color. Una obra que expresa su anhelo de profundizar en el misterio de la vida es “El lector”, donde pinta a un joven leyendo, junto a una gran pila de libros, sentado a una mesa, en la que también aparece un papel con los versos de Calderón de la Barca “...y los sueños/ sueños son...” De estos sueños se nutre el arte. de Pardo de Vera.