Empujando al sol

Mi amigo es de origen escocés, un westy blanco que siempre está marrón, natural de Granada, residente en A Coruña. Llegó a mi vida para sacarme un luto. Para curarme yo necesitaba más tiempo, pero él quería ser breve: luchamos concienzudamente contra una parvovirosis. Tuvo suerte. No, tuve suerte yo. Siempre que escribo me calienta los pies, le gusta la música de mis dedos golpeando las teclas. Eso es así, ahora mismo. Fuera, no deja de llover.


Hoy les vengo con un cuento, El hipo del tucán, de Silvia Shujer, escritora y compositora argentina dedicada a la literatura infantil. Dice así: “Hay veces que llueve todo el día, hay días que llueve muchas veces”. Hay lluvias que duran muchos días, y hay días que duran mucha lluvia.


En Macondo llovió cuatro años, once meses y dos días seguidos para relacionar este fenómeno atmosférico con la trama, los sentidos, el ánimo, la actividad y la energía, no solo de los Buendía, sino de todos los habitantes del pueblo ficcionado de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.


Desde la nostalgia, la infancia, las palabras dichas y la añoranza, está la lluvia también muy presente en la obra de Jorge Luis Borges. Leo: «Bruscamente la tarde se ha aclarado porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado».


Amenaza noviembre con no dejar de llover. Sepan que a mí me gusta la lluvia, que aprendí a disfrutar de un cielo de nubes inconexas, si está despejado demasiado tiempo se me olvida mirarlo. Una vez, sucedió en el pasado, perdí a alguien que amaba estos días de tardes grises, se fue como se van siempre los que amamos: demasiado pronto.


Si llueve la recuerdo, así que llevo días frecuentando su memoria. Decía que las palabras crecían salvajes en mi corazón. Cuando pude, olvidé preguntarle si le gustaba más el azul claro, o era el color marino su preferido. No me viene a la memoria la última canción que tatareaba, así que escogí una por ella. Parece que han pasado todos los inviernos juntos, que tuve que empeñarme en empujar al sol. Creo que le gustaría la última película que he visto, que querría ponerse mi nuevo jersey verde manzana. Estoy bien, le diría, las chicas también lo están. He leído algunos libros nuevos buenos, he releído otros pocos viejos poemas.  Éste, de Robert Frost: “La lluvia al viento le dijo: «Tú arrasarás y yo inundaré». Castigaron tanto el lecho del jardín que las flores se arrodillaron, se doblegaron para protegerse, pero no murieron. Yo sé lo que las flores sintieron”.


Cuando el tiempo mejore, que lo hará, saldré con mi cámara de paseo. Subiré al faro con la alegría contenida, tomaré alguna fotografía bonita. Sé que la belleza me hará un guiño donde menos me lo espere y, abandonada como me siento ahora a esta melancolía, encontraré la esperanza a la vuelta de la esquina.

 

Empujando al sol

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