La sintonía de su presidente, Javier Milei, con Estados Unidos y con el candidato republicano a la Presidencia, Donald Trump; y su rol activo en favor de Ucrania en los primeros meses de mandato son claves para que pueda prosperar la solicitud de Argentina para convertirse en “socio global” de la OTAN.
Por evidentes razones geográficas –el espacio de la OTAN es la zona norte del océano Atlántico–, el estatus de socio global es el mayor grado de asociación con la OTAN al que puede aspirar Argentina.
Desde 2022, en los últimos compases de la Presidencia del conservador Iván Duque, Colombia es el único país de América Latina con el rol de socio global de la organización, un alineamiento internacional con Estados Unidos y sus aliados europeos que no fue puesto en duda por el actual mandatario colombiano, el izquierdista Gustavo Petro.
En la actualidad, Argentina, Colombia y Brasil gozan de la categoría de “aliados importantes no-OTAN” de la organización. En el caso argentino, este papel está vigente desde 1998.
El experto en geopolítica y defensa Fabián Calle considera que la potencial admisión de Argentina –proceso que podría culminarse en dos o tres años– conllevaría que el país tuviese “un rol más activo en lo relativo a planificación diplomática, seminarios, intercambio de oficiales, ayudas técnicas o colaboración en eventuales operaciones de paz o de estabilización”.
El exasesor del Ministerio de Defensa asegura que el nuevo estatus es “un sello de calidad” para las Fuerzas Armadas de Argentina.
“(La solicitud de adhesión como socio global) va a permitir que se incorporen más fácilmente ciertas tecnologías”, dice Calle al ser preguntado por los efectos prácticos de este potencial nuevo papel que ya desempeñan países como Australia, Japón o Nueva Zelanda.
En última instancia, el actor de la OTAN que podría ver con más suspicacias la incorporación de Argentina sería el Reino Unido, con quien el país sudamericano mantiene desde hace más de dos siglos un litigio diplomático por el control de las islas Malvinas, que llevó a ambas potencias a enfrentarse en una guerra por el archipiélago en 1982.
“Esta postulación es un producto más favorable a la Administración Milei”, asegura el profesor de Derecho Internacional de la Universidad Católica y de la Universidad Nacional de La Plata, Bruno Tondini.
“Es claro que, en el ámbito de la OTAN, conviven estados que tienen conflictos”, asegura en referencia a la disputa territorial entre España y Reino Unido por el enclave de Gibraltar.
Más allá del Atlántico meridional, los analistas coinciden en que esta nueva decisión del Ejecutivo de Milei certifica su “giro diplomático” en dirección a Estados Unidos, Israel y sus aliados; siguiendo a la retirada de Argentina del bloque de países emergentes –al que el Gobierno del peronista Alberto Fernández había acordado ingresar a principios de este año– o a su progresivo alejamiento de China.