El paisaje de Cerceda es desde el mediodía de este miércoles muy diferente. Unos 58 kilos de pólvora y 20 segundos fueron suficientes para echar abajo uno de los íconos de la historia industrial de la comarca y de Galicia, la chimenea de la antigua central térmica de Meirama, dejando atrás 40 años que marcaron el desarrollo del municipio. 

Con puntualidad británica, cuando el reloj marcó las dos de la tarde todo quedó en silencio y solo se escuchó el vuelo de los drones y la cuenta regresiva a través de las radios de los equipos del dispositivo de seguridad. Tras la palabra “fuego” llegó la detonación controlada que hizo vibrar a todos los presentes en el entorno. 

Lentamente la chimenea de 204 metros, la segunda más alta de Galicia, fue cayendo hacia el lateral derecho, sorprendiendo a algunos porque, dependiendo del ángulo de visión, parecía que podría caer sobre una vivienda cercana. Pero era solo una impresión. El dispositivo de seguridad dispuesto por Afesa -la empresa contratada por Naturgy para ejecutar los trabajos- fue minucioso y no solo se cerró el tráfico en las calles y pistas del entorno, sino que fue desalojada la vivienda más cercana a la chimenea. 

Esta nueva detonación generó la misma expectación que el derribo de la torre de refrigeración a finales de diciembre. Vecinos, curiosos y un amplio dispositivo de prensa buscaban el mejor lugar para ver de cerca cómo la chimenea, al perder su base, caía lentamente al suelo de forma lateral mientras que algún joven recordaba cómo su abuelo ayudó a construir la central.

El paso final para la desaparición de la central térmica de Meirama será la demolición de la caldera, para la que todavía no hay fecha.