Los grandes de los escenarios no entienden de nimiedades como la edad o el cansancio. Derrochar voz, interpretación y energía ante sesenta mil personas les resulta tan natural como respirar. Aunque lleve un enorme trabajo detrás. Y en eso, Raphael es un maestro. No se dejó ni un clásico, Tamborilero incluido, que ya estamos en fechas. Dos horas de escándalo.