Nadie está libre de toparse con uno. Los agresores acechan en un partido de fútbol, un patio de instituto, una oficina... o cualquier noche de fiesta. Al que reveló su homofobia hace unos días en un local de la ciudad le pararon los pies todos cuantos estaban a su alrededor. Lo que se consigue cuando se deja de mirar para otro lado es que el agresor pierda su fuerza. Ojalá también pierda su inhumanidad.