Lo que se queda en los márgenes

De manera que una vez más busco en mi semana qué contarte. ¿Cómo escribir que vi un árbol desplomarse, que vi venir esa ola y esa otra y que me conmovió el gesto de un hijo con su madre, que fue doloroso hablar contigo, que subrayé que no se puede esperar a vivir medio día: o el resto de la eternidad o nada; que vi delfines, que la lluvia me dejó aterida, que terminó de encogerme la barca que volcó cerca de El Hierro?


Cómo cuento que en tu país ya es Navidad si se escucha un potente bombardeo al sur de Beirut. ¿Qué escribo? Planté una buganvilla en el patio trasero de la casa, los laurales han crecido y he reservado un vuelo para ver a mamá: en Sevilla hará calor. Hoy la tarde era de niebla, y el aire estaba fresco y olía a sal y a espera. La palabra esperar proviene del término latino sperare, significa esperanza. Pero nada de eso sucede. Sigue siendo de noche en Oriente Próximo.


Releí Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler. Estaba mi ejemplar lleno de palabras en el margen. Te envié un mensaje: «Léelo». ¿La literatura acoge lo que se queda en los márgenes? Melancolía. «La palabra melancolía puede sonar dramática, pero a veces es la más ajustada. Es cuando te sientes a la vez un poco feliz y un poco triste». El tiempo pasa veloz. Tomamos decisiones. Hay un doblez en la página: «De cuando yo era más joven y los límites de mi mundo más flexibles, menos rígidos».


Lo que pasa es que estás ocupada. ¡Sal ya de tu día ocupado! Cerré los libros, cerré la puerta, enfilé el camino que sube al Faro. ¿Cómo se anotan los días corrientes, y los excepcionales, los demasiado bonitos, los demasiado tristes? Mi insignificante observación de las cosas. La emoción. El lenguaje para describir todas esas cosas que en primera instancia no alcanzo a comprender ¿Cómo se escribe? La alegría de verte, una despedida, la promesa, un encuentro, el conflicto, la solución. La ilusión.


La página estaba en blanco. La página estaba en blanco.

 

Lo que se queda en los márgenes

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