El deseo de ganar le hace ganar. Blanco sobre negro. Hay sí preparación, concentración, incluso fanatismo. Hay estrategia, próxima al ajedrez o a la guerra, o al ballet incluso cuando se roza el virtuosismo de una gambeta, un regate, o se alcanza el balón para rematarlo con una chilena, ese despeje de espaldas a la portería contraria, con los dos pies en el aire.
Hay una cultura, con su propio léxico, e Historia, y política, con sus movimientos sociales, y su economía. El fútbol concierne a la moda, a la arquitectura, al turismo, a la museística, a la diplomacia, a la igualdad... Y, por supuesto, a la comunicación, pues aporta un periodismo especializado, excelso de palabra, obra y alguna que otra omisión.
En el balompié está toda la pasión del juego, el ejemplo del trabajo en equipo, la oportunidad de los desarraigados, la incertidumbre del resultado, el arte de la creatividad, la diversión del espectáculo, la excelencia, e incluso el azar elevado a apuestas multimillonarias... La mítica de los nombres legendarios. Es deporte en estado puro, con sus requiebros y sus fallos, que también los hay, pero que hábilmente utilizados pueden incluso convertirse en un ejemplo educativo de lo que hay o no hay que hacer. La derrota y el éxito se convierten en sí mismos en la metáfora perfecta de la vida.
Y, además está el Real Madrid. Este club contribuye con la emoción de la superación constante, en lo social y en lo deportivo, con el resultado en contra aun mejor. Es la ilusión de muchos y obtiene los resultados que están al alcance de muy pocos. Su palmarés es inigualable: en sus ciento veintiún años de historia acumula catorce Copas de Europa, dos Copas de la UEFA, cinco Supercopas de Europa, dos Copas Latinas, dos Pequeñas Copas del Mundo, una Copa Iberoamericana, tres Copas Intercontinentales y cinco Copas Mundiales de Clubes en el plano internacional; y treinta y seis Ligas, veinte Copas de España, trece Supercopa de España, una Copa de la Liga... Fue considerado por la FIFA como el mejor club del siglo XX.
No soy demasiado futbolero, sí un forofo del Choco de Redondela, del Celta de Vigo y del Deportivo de La Coruña, además del Compos, pero le debía este artículo a mi ahijado Antonio y a mis amigos del Barcelona, del Atlético de Madrid, del Bilbao, del Getafe o del Gerona, o de otros muchos clubes con trayectorias excelsas, eminentes. Todos ellos son rivales colosales, muchos ejemplos de caballerosidad, casi todos de juego limpio, pero el segundo siempre es el primero de los perdedores, aunque pueda ser el modelo que mejor sirva a las nuevas generaciones locales, nacionales o internacionales.
Intento hablar con moderada pasión, pues no me considero fanático en casi ningún ámbito, la palabra, el arte, la amistad, lo bello... Me gusta el Real Madrid, me emocionan sus resultados, esencialmente por cuanto representan para el deportey para España. Admito el modelo de un club que evoca a don Santiago Bernabeu, su escuela de seres humanos y gallardía, la misma que don Florentino Pérez ha elevado a irreprochablemente democrática, económicamente ejemplar, estadísticamente imbatible, humanamente ejemplar.
Galicia ha estado vinculada a esta trayectoria de éxito: Pahiño, Amancio Amaro, Miguel Ángel, Amador, Agustín, Buyo, Michel Salgado, el redondelano Benito Rubiñán, Lucas Vázquez, y, en esta nueva igualitaria etapa, en cierto modo modélica, Vero Boquete que ha aportado su magia al Utah Royals, un club vinculado, dicen, a los blancos. Y Joselu, claro. Es posible que no estén todos los que han sido, pero todos los que están son, junto al autor del himno de la décima el periodista y escritor pontevedrés, nacido en Sanxenxo, Manuel Jabois, un nueve de la pluma.
En la vida “ha ganado la idea de que hay que ser siempre el primero y el mejor en todo. El éxito y solo el éxito. Pero eso no es real. Nos lo enseñó Don Quijote: en la vida también hay derrotas gloriosas”. Esta sabia conclusión nos la trasladó el filósofo italiano Nuccio Ordine. Yo creo que también hay victorias memorables. El Madrid, este Madrid futbolístico es Real hasta el último minuto, eso ya lo saben sus grandes rivales, sin duda magníficos, los que de verdad hacen más grandes sus triunfos.
¡Hala, Madrid!