Un anillo en forma de búho, un carácter introvertido, un tatuaje hindú... Son indicios que pueden ayudar a descubrir la identidad y resolver los casos de siete mujeres españolas cuyas muertes aún no se han esclarecido. Interpol pide ayuda ciudadana para ello.
Se trata de la iniciativa ‘Identify me’ para que los ciudadanos puedan ayudar en la investigación de un total de 46 mujeres fallecidas, siete de ellas españolas. Estos son sus casos.
La primera víctima, de entre unos 30 o 40 años, fue encontrada el 6 de febrero de 2009 en un camino cercano al monte Artxanda, en Bilbao.
Cuando los agentes la encontraron llevaba una chaqueta azul, una chaqueta negra de lana, pantalones negros, una sudadera color carmesí, una mochila azul y unas botas Dr. Martens, además de un brazalete. En el pie derecho tenía juanetes y se le descubrió un empaste de plata en los dientes.
Los investigadores determinaron que llevaba muerta entre 24 y 72 horas, y que la causa del fallecimiento se debió a una intoxicación. En el interior de la mochila localizaron una botella de licor de almendras Barbero Amaretto, botellas de refresco, pañuelos de papel, protector labial de la marca Labello y un pañuelo.
El 28 de marzo de 2007, los agentes hallaron el cuerpo sin vida de una mujer en una carretera cercana al municipio madrileño de El Berrueco, al norte de la Comunidad de Madrid, cubierto con una sábana y sin signos aparentes de violencia.
La mujer, morena de 1,60 metros y de pelo rubio teñido, tenía entre 25 y 40 años, y había muerto dos días antes. Portaba un anillo en forma de búho en uno de sus dedos.
En la autopsia se encontraron seis cápsulas de látex dentro de su cuerpo y una rota, lo que llevó a la policía a sospechar que se trataba de una mula que transportaba drogas.
En Premiá del Mar (Barcelona), el 27 de enero de 1999 fue hallado el cuerpo sin vida de una mujer de entre 23 y 25 años en una habitación de hotel, sin ropa, con las manos atadas y signos de violencia.
De tez blanquecina y ojos azules, la mujer medía 1,70 metros y tenía el pelo de color castaño claro.
La víctima se alojaba en el hotel en compañía de un hombre blanco, de entre 25 y 30 años y 1,65 o 1,70 de altura, complexión normal y barba corta. Tenía el pelo ondulado, castaño oscuro y negro y peinado hacia atrás.
Testigos de la época trasladaron a la policía que la pareja hablaba francés e inglés y que podría haber venido de Ginebra (Suiza) o de una ciudad cercana, a unos 10 kilómetros, que contenía la palabra ‘ville’ en su nombre.
La cuarta víctima española, de entre 25 y 30 años, fue descubierta el 3 de noviembre de 2003 en Malgrat de Mar (Barcelona), al lado de un camino rural. Presentaba múltiples heridas en el cuerpo y el rostro y los agentes estimaron que murió unas 12 horas antes de ser encontrada.
Tenía una marca de vacuna en el brazo izquierdo y un pequeño tatuaje del símbolo de Om, reconocido en la cultura hindú, un semicírculo y un punto en la mano derecha, lo que llevó a los investigadores a pensar que podría ser de nacionalidad bengalí, especialmente por las pulseras finas de metal ondulado de varios colores en su muñeca derecha y las de tela negra en sus tobillos y pies.
La tarde del 4 de agosto de 2018, una mujer fue encontrada ahorcada en un gallinero anexo a una casa rural situada en el barrio de Olivars de Sant Juliá de Ramis, en la provincia Catalana de Girona, sin documentación que pudiera identificarla.
Las tres personas que vivían en la masía aseguraron a la policía que ni la conocían ni la habían visto antes, como tampoco las personas que vivían en las zonas aledañas, y no se encontró ningún vehículo en las inmediaciones de la casa.
Los investigadores la creyeron oriunda del norte de Europa, de países como Polonia, Alemania o Países Bajos.
Tenía entre 25 y 30 años y medía 1,60 metros; su piel era blanca, y sus ojos, negros.
El 3 de julio de 2005, el cadáver de una mujer fue encontrado en el kilómetro 84 de la carretera de Vila, en el municipio barcelonés de Viladecans. Llevaba muerta menos de 24 horas y la causa de la muerte fue “sospechosa” para los investigadores.
Tenía entre 20 y 25 años y medía 1,60. Su tono de piel era claro, sus ojos, azules, y su pelo, castaño y ondulado. Toda su vestimenta (el pantalón, el top con estampado floral y las sandalias) era rosa.
Llevaba aros de oro en las orejas y una pulsera de oro con estrellas, y tenía un pequeño lunar en el abdomen.
Los ocupantes de una embarcación a 150 metros de la costa de Santa Eulalia, en la isla de Ibiza, divisaron el 9 de julio de 2019 el cuerpo vida de una mujer que se había ahogado recientemente.
Ninguno de los barcos que surcaban aquellos mares reportaron su ausencia y nadie presentó ninguna denuncia sobre la desaparición de la víctima en los días siguientes.
Una investigación de la Unidad de Homicidios de Baleares determinó que la mujer era una trabajadora sexual que prestaba servicio en la zona de la conocida discoteca Ushuaïa, en San Antonio, de nacionalidad rumana y origen húngaro.
Quienes la conocían la consideraban introvertida porque nunca hablaba con los demás; de hecho, ni siquiera sus conocidos sabían su nombre. Generalmente, iba acompañada de una persona travesti rubia y delgada que también trabajaba en la zona.
Los investigadores señalaron que el día de su muerte había ido en una furgoneta negra a un barco de clientes adinerados de Oriente Próximo. I