El 24 de abril, último miércoles del mes, se celebra el Día Internacional del Perro Guía, como homenaje a estos animales, que, de acuerdo con la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), proporcionan un gran apoyo y un refuerzo de la movilidad a las personas invidentes y con discapacidad visual. Se trata de un servicio que desde esta asociación ofrecen de forma gratuita a sus miembros.
En este sentido, de acuerdo con lo expuesto por la Fundación ONCE del Perro Guía, se trata de facilitar a los miembros que lo soliciten un animal adiestrado que mejore su movilidad para evitar los obstáculos que se encuentran al desplazarse, lo que aumenta la rapidez y la seguridad de las personas invidentes. “La diferencia de pasar de moverse con bastón a moverse con un perro guía supone para una persona ciega o con una deficiencia visual grave un salto cualitativo en su movilidad y una sustancial mejora de su autonomía”, destacan.
Así, cabe preguntarse cómo se adiestra a estos perros guía. Desde INFOVERITAS te damos todas las claves para entender su entrenamiento y la importancia que tienen para las personas ciegas.
“El Servicio de Cría de la FOPG es la base sobre la que se asienta todo el trabajo del centro de adiestramiento”, comienza María Jesús Varela, directora de la Fundación ONCE del Perro Guía, en respuesta a INFOVERITAS. Su misión es que los adiestradores puedan disponer de un número de perros suficiente y de la calidad adecuada para ser entrenados y graduados como perros guía. Por ello, desde la fundación tienen “perros reproductores (seleccionados de camadas propias o adquiridos) que han superado unos exigentes controles sanitarios y una evaluación temperamental, con el fin de garantizar la mejor genética para su descendencia”.
Estos perros viven en acogida con familias voluntarias, los cuidadores, que los llevan a la fundación para que pasen los celos, realizar cruces y para las revisiones y los partos, que tienen lugar “en las perreras del centro, en un bloque específico, bajo supervisión veterinaria”.
Tras el parto, continúa Varela, la madre permanece con la camada durante la lactancia, varias semanas, antes de volver con la familia cuidadora. “El cuidado de los cachorros en sus dos primeros meses de vida requiere atención constante e incluye un programa de estimulación temprana, que los prepara para el contacto con el mundo exterior”, señala. Además, incluye un test estandarizado de comportamiento que registra los principales indicadores temperamentales del cachorro.
Este programa tiene el objetivo de obtener la mayor adaptación de los perros, entre los dos y los 14 meses, a todo tipo de entornos y situaciones, “garantizando un comportamiento social adecuado en todo momento y una obediencia básica que facilite su posterior adiestramiento”, apunta María Jesús Varela. El instrumento para lograrlo es el acogimiento del cachorro en una familia educadora, que son personas que colaboran voluntariamente con la FOPG, “asumiendo durante unos 12 meses la atención y cuidado del perro, con el apoyo de un supervisor de cachorros de la fundación y con los gastos a cargo de esta”.
En esta última etapa de acogida, el cachorro se somete a controles radiológicos de displasia de cadera, codo y hombro. “Si no supera este filtro sanitario, es declarado como no apto para pasar a la fase de adiestramiento. En ese caso, se ofrece en adopción a sus educadores y, si no se quedan con él, la FOPG le buscará otra familia que lo recibirá gratuitamente como animal de compañía”, explica la directora de la Fundación ONCE del Perro Guía.
En caso de sí superar los controles, con alrededor de 14 meses, concluye esta etapa educativa y arranca la de adiestramiento técnico como perro guía. El animal “ingresa en las instalaciones de la fundación” y se le asigna un entrenador, que trabaja con él la fase de entrenamiento temprano, y, posteriormente, un instructor que aborda el entrenamiento avanzado, realiza el emparejamiento con el solicitante adecuado y lleva a cabo el curso de movilidad con perro guía para ambos.
A lo largo de esta etapa, el perro permanece en un bloque de las perreras en el que comparte espacio con otros que también están siendo adiestrados por el mismo profesional. Este adiestramiento se desarrolla, principalmente, en entornos reales, como vías públicas, transportes o centros comerciales, especifica Varela, y con técnicas de entrenamiento en positivo, “premiando los logros y el progreso del aprendizaje”.
Esta fase dura unos seis u ocho meses, “en función del propio ritmo de aprendizaje del perro y de la programación del trabajo del entrenador, y luego del instructor, que debe compaginar el adiestramiento de sus perros con la realización de cursos de usuario y la supervisión de las unidades graduadas de las que es responsable”.
Cuando el animal ha adquirido todas las habilidades precisas para ser guía con seguridad para una persona ciega, el instructor escoge al candidato más adecuado, priorizando que “las características del perro complementen las concretas necesidades del solicitante elegido”.
María Jesús Varela, directora de la Fundación ONCE del Perro Guía, resalta, en primer lugar, que estos animales no den mostrar ningún rastro de agresividad y han de tener un carácter, en general, “equilibrado. Al fin y al cabo, deben mantener el control en medio de la agitada vida cotidiana en la ciudad. Las primeras pruebas de carácter se realizan ya cuando es cachorro”.
Las pruebas de salud son asimismo importantes para que “este fiel amigo pueda permanecer al lado de su ser humano durante mucho tiempo. Por ello, se considera una ventaja proceder de padres que han superado numerosas pruebas de salud, puesto que ello aumenta la probabilidad de que sea sano”.
Además, esta experta apunta que los labradores retriever, los Golden retriever o un cruce entre ambas razas, o de labrador con caniche gigante, y los pastores alemanes pueden ser perros adecuados para ser guía, una vez superen las pruebas de salud y temperamento. Si el perro, durante su período de socialización o de adiestramiento, muestra elevado instinto de caza, muchas distracciones o miedos, el entrenamiento se debe interrumpir, puesto que, a la hora de ejercer como guía, esto podría generar riesgos para la persona ciega y comportamientos anómalos en situaciones sociales cotidianas.
“Pero para ser buen perro guía es fundamental tener ánimo de agradar, puesto que, al generar un buen vínculo con su persona usuaria, este disfrutará haciéndolo y estará encantado de salir con ella y acompañarla”, concluye Varela.
Como se ha dicho, las personas invidentes ganan seguridad y velocidad en sus desplazamientos y mejoran su movilidad con respecto a cuando utilizan el bastón. No obstante, la directora de la Fundación ONCE del Perro Guía hace hincapié en que para llegar al objetivo se debe tener en cuenta, en primer lugar, que “el perro guía es un perro y, por tanto, requiere alimentación, cuidados veterinarios, cepillado, salidas para evacuar…”.
También que este animal “no es un taxi ni un GPS”. El usuario debe marcar el recorrido que se realizará y el perro salvará los obstáculos y señalará bordillos y escaleras, “pero no evita que el usuario deba orientarse y conocer la ruta a través de las técnicas aprendidas para la movilidad con bastón”. Asimismo, es necesario aprender a utilizarlo, incluso aunque ya se haya tenido otro perro guía, “porque cada perro es nuevo y distinto”.
“El perro guía no es infalible, ni se le deben traspasar funciones y tareas que son responsabilidad del usuario. Es un medio de movilidad de la máxima confianza, pero exige que el usuario realice su papel en la unidad para que el perro funcione correctamente”, destaca Varela.
Por otro lado, ser usuario de este servicio conlleva disfrutar de un derecho de acceso al entorno acompañado del perro, legalmente establecido para las personas que requieren el apoyo constante del animal para moverse de forma autónoma. “Este derecho conlleva la facultad de entrar, permanecer y deambular junto con el perro guía en todo tipo de espacios, locales, establecimientos y transportes públicos o de uso público, al margen de su titularidad pública o privada, sin más limitaciones que las establecidas por las normas que lo regulan y en condiciones de igualdad con el resto de usuarios”, aclara la directora de la fundación.
Para elegir a un beneficiario, se toman como base los informes emitidos por los profesionales de la ONCE en el proceso de solicitud del perro guía, “que permiten al instructor hacerse una idea muy precisa de aspectos tan relevantes como la velocidad a la que el solicitante camina, su capacidad de orientación, el tipo de entorno laboral, familiar y social, los recorridos más habituales que realiza, etc.”. Se escoge al solicitante más adecuado para emparejarlo con el perro adiestrado y se le convoca para realizar el curso de movilidad.
Varela apunta, además, que no todas las personas ciegas o con discapacidad visual graven pueden convertirse en usuarias. Es imprescindible que el solicitante tenga la capacidad de moverse de forma autónoma con bastón y un buen nivel de orientación. “Entregar un perro guía a una persona que no se desplaza por sí misma (porque no pueda caminar, no salga de casa o porque lo haga siempre del brazo de otra persona) sería regalarle un carísimo animal de compañía, ya que nunca va a utilizarlo para su función de guía. Además, es preciso que posea una aptitud psicofísica suficiente para manejar un perro y para atenderlo y responsabilizarse de su cuidado”, enfatiza esta experta.
Por último, necesita contar con una situación económica que le permita hacerse cargo de los gastos derivados de tener un perro, como su alimentación y cuidados veterinarios.
Cuando un afiliado a la ONCE quiere tener un perro guía debe solicitarlo a la organización. A continuación, el solicitante será reconocido por cuatro profesionales de la ONCE, médico, psicólogo, trabajador social y técnico de rehabilitación, que emitirán informes para valorar su aptitud para utilizar y atender un perro guía, cada uno desde una perspectiva diferente. Con esos informes, la solicitud una comisión formada por responsables de la ONCE y de la FOPG valora la solicitud, y decide si el solicitante es apto para acceder al servicio. Si lo es, entra en la lista de espera para la realización del curso de usuario y la entrega del perro.
En el curso de instrucción el beneficiario se forma con todo lo necesario para aprender a utilizar el perro, con un programa eminentemente práctico, que incluye educación en los cuidados que requiere el animal e información sobre aspectos legales y trámites administrativos, explica Varela.
Sin embargo, en ocasiones se realiza un curso domiciliario en la localidad de residencia del solicitante, “que normalmente tiene carácter residencial, por lo que él mismo acude a las instalaciones de la fundación y se incorpora a un grupo de alumnos bajo la dirección de un instructor”.
Estos cursos reúnen a los alumnos de varios instructores, “que comparten formación y vida de estudiantes durante un tiempo en la residencia de la FOPG. Finalizada la fase residencial del curso, la formación concluye con un seguimiento en el que el instructor verifica en el entorno cotidiano del usuario que la unidad formada funciona correctamente”, concreta. Si el alumno supera este programa de formación, se convierte en usuario de perro guía, y suscribe un contrato con la fundación, que sigue siendo propietaria del perro hasta su jubilación o fallecimiento.