La hipocondría o hipocondriasis es, según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), una enfermedad por la que el paciente cree -de forma infundada- que padece alguna enfermedad grave, mientras que la nosofobia se define como un miedo patológico a contraerla.
Xacobe Abel Fernández Garcia, presidente de la sección de Psicoloxía e Saúde del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia lo explica de forma clara con un ejemplo: “En la COVID-19, la persona con nosofobia no iría a urgencias por miedo a contagiarse de dicho virus, mientras que la persona con hipocondría acudiría múltiples veces y esperaría horas para conocer el resultado de la prueba”.
Precisamente desde la pandemia, María Fernández (nombre ficticio ya que la paciente prefiere permanecer en el anonimato) empezó a sentir que su miedo y ansiedad a poseer alguna enfermedad se había incrementado. “Lo pasaba fatal cuando llegaba a un grupo y alguien estaba sin mascarilla. Noto que el coronavirus ha sido un punto de inflexión. Han aumentado mis inseguridades y me siento más vulnerable” admite.
Los expertos apuntan al “control” como factor determinante. Poder controlar no padecer una enfermedad (nosofobia) o poder controlar la enfermedad temida detectándola o “pillándola a tiempo” (hipocondría). “Nuestro control sobre las enfermedades graves es muy limitado. Ser consciente de esto estando sano produce una sensación de desamparo muy desagradable. Las personas con hipocondría o con nosofobia se sienten como con la espada de Damocles: caerás tan pronto bajes la guardia. Es un pensamiento angustiante” explica el presidente de la sección de Psicoloxía e Saúde del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.
Los datos apuntan que la hipocondría afecta a 5% de la población y se desarrolla habitualmente entre los 20 y los 30 años. Por su parte, la nosofobia suele presentarse a partir de los 40, relacionada con el miedo al envejecimiento y a la muerte.
María Fernández cree que ha sido importante para ella identificar lo que le sucedía. “Hace poco descubrí el concepto de nosofobia. Yo tenía miedo de ir al médico y buscaba en internet constantemente enfermedades y sus síntomas. La palabra cáncer aparece casi siempre y entonces entras en pánico, te pasas noches sin dormir, etc. Los episodios en los que me pasa son temporales. Actualmente he podido controlarlo a base de tratamiento psiquiátrico y terapia con un psicólogo. El problema es cuando a veces, por el cansancio y el estrés, empiezo a agobiarme con algo y llego a tener crisis de ansiedad” describe.
Hay factores que influyen en padecer nosofobia o hipocondría, como el hecho de haber estado en riesgo de padecer una enfermedad grave, conocer errores médicos en otras personas que les han llevado a la muerte o estar en contacto con el padecimiento en la enfermedad.
Emma Blanco tiene 22 años y últimamente ha experimentado varios episodios que le conducen a creer que tiene hipocondría. “Me hice una analítica donde los glóbulos blancos estaban elevados y lo primero que pensé es que tenía leucemia. El médico me dijo en otra ocasión que existía una predisposición a ser celíaca entonces todo me empezó a sentar mal y tenía cólicos de tripa. Me hice varias pruebas y todas me han dado negativo, pero yo sigo creyendo que estoy mal. Al final me sugestiono y creo que realmente tengo alguna enfermedad” reconoce Blanco.
Síntomas sugestionados
Xacobe Abel Fernández indica que el propio cuerpo es un “caldo de cultivo” para síntomas sugestionados, ya que acaban apareciendo por lo atentos que estamos a ellos y cita también que no por este motivo son “menos reales o menos molestos”. La desconfianza en el sistema sanitario es uno de los elementos que más puede exacerbar los síntomas hipocondríacos. “Si no confías en tus médicos, si piensas que te han mirado rápido y con poca atención, y te mandan a casa sin una explicación clara, tendremos un campo abonado para buscar causas y revisarse de forma angustiosa” explica el psicólogo.
En cuanto a las soluciones, la principal sería la confianza en el sistema sanitario. “Con esto no eliminaremos la hipocondría, pero sí que da seguridad, calma y amortigüa la sensación de desamparo e invalidación” esclarece Fernández.