Vino español

Vuelven las mascarillas, vuelve la ilusión. Yo ya no sé si nos toman a todos de poco espabilados, después de que veamos un día sí y otro también como todos se forraron con el tráfico de trapos inservibles, imponiéndolo incluso al al aire libre (no me olvido de cierta ministra médica y madre que subió una cuesta presumiendo de lo fácil que era llevar la boca tapada y ser como un alegre corredor) y en la piscina. En la piscina era una risa llevar el trapo húmedo, dejarlo en el borde de la pila, todo sobado y mojado, irte a nadar rodeada de virus ahogándose sin remisión y luego salir, ponerte eso en la cara y luego ir a darle a un botón para que el gran hermano piscinero supiera que estabas allí o que te ibas, oh foco infeccioso, y tuviesen en cuenta tu presencia infame posible transporte público del Covis. 


Hoy veía a la médica y madre volver a delirar con el tema mascarillero y de pronto me acordé de todo el mecanismo mediático que, sin el trapo en la cara porque los techos eran altos, te instaba a graparte un cuadrado inservible caballero, caballero, la mascarilla. Ah, los que la llevaban por debajo de la nariz, gente maligna e irresponsable. Pero bueno, que no falten los capotes para desviar la atención de lo que está pasando en el gobierno. Empezando por Ábalos y su sobrina. La rubia que vivía en el mismo piso que Broncano, esto es ya la trama de una nueva temporada de “Solo asesinatos en el edificio. Delcy y sus paseos en el avión, que si vino pero no vino, pisó suelo español pero no lo pisó, dejó las maletas pero no las dejó, el avión aterrizó para que los pilotos tomaran un piscolabis que andaban con la tensión baja. Lingotes de oro, como en las novelas de piratas. Los supuestos chanchullos de Begoña en la Universidad, el Máster del Universo. Si al final son las mujeres las que llevan al hombre a la perdición, como Eva y su manzana. Nada nuevo bajo el sol. 


Como nada nuevo es el momento turra que hay que aguantar hoy, 12 de octubre. Que si hay que pedir perdón, que si no hay que pedir perdón, que si nada que celebrar, que si, sí hay que celebrar… llega un momento en el que se te caen los ojos de aburrimiento y sopor. Todos los años las mismas consignas. Llega un momento también en el que dan ganas de robar el yate de algún multimillonario con nocturnidad, izar las tibias y la calavera y huir hacia alguna isla inexplorada con el cuchillo en boca y el pañuelo en el pelo, a lo Capitana Dagas. Y un yate con una buena bodega de vino español y un dispositivo anti Orcas.


Me despisto y pongo la tele. Nuestro desfile de la Fuerzas Armadas es muy decimonónico, eso me gusta. Bajo la lluvia, ojos dramáticos, como personajes de pelis de libros de Jane Austen. Un borrego, perretes, uniformes bonitos, especialmente los de los Regulares. Letizia se sienta, y yo la entiendo. Entre que llueve, duelen los huesos, no pasan los aviones que es lo que mola, la hija está con “look militar” que dicen las revistas pijas y han puesto a la plebe a muuuuuuchos metros del desfile para que no sufran nuestros políticos, la cosa lleva al tedio. Y luego quedan más de mil personas a las que saludar. Va una amiga y mejor persona a la salutación, la escritora Maribel Medina. Espero que luego le den un pincho de croquetas regias y un vino español. En resumen, amigos de Hispanoamérica: os llevamos el vino español. Mucho que celebrar. 

Vino español

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