La Universidad sin dinero

Coincidiendo con la noticia de que está pensando en vender edificios y participaciones en sociedades para enjugar su déficit de más de 13 millones de euros, la Universidade da Coruña ha difundido internamente su plan estratégico de comunicación. El documento reúne con enorme voluntarismo la mayor parte de los conceptos teóricos. Pero le falta el más importante de los prácticos: el dinero. Porque podemos rellenar papeles con la facilidad de ChatGPT, usar los libros de todos los especialistas y parafrasear los planes de otras organizaciones para inspirarnos. Pero, sin el presupuesto adecuado para la ejecución del plan, el documento queda en un brindis al sol. 


Todos sabemos que el monstruo administrativo tiene sus particularidades. Las rigideces económicas de las entidades públicas provocan, por ejemplo, que se tire dinero en unas partidas mientras en otras falta. Hablan de capítulos como si se tratara de una novela, de planes plurianuales inalterables (que incomprensiblemente encantaban a rectores anteriores), y de permisos de la autoridad competente para recurrir a la deuda como si no fuera el gobierno responsable de la asfixia financiera. Los “modificativos” sirven para el concello. Para los presupuestos de las universidades no. 


Claro que, si existe voluntad política, la cosa cambia. Las universidades públicas madrileñas han ido a la guerra contra Ayuso y algo han conseguido. Pero en Galicia, en la UDC al menos, no se atisba más conflicto que la queja débil y un mensaje interno cargado de pesimismo: no se puede hacer otra cosa que apretarse el cinturón y vender los muebles. O los inmuebles.


En esa tesitura se redacta un plan estratégico de comunicación. Con su encantadora terminología de misión, visión, etc, que tanto motivaba a los cachorros de Michael Porter y Peter Drucker, que arrasó en los noventa y que hoy se ha convertido en una biblia algo obsoleta de los directivos cincuentones actuales. Al menos de los españoles, porque no veo yo a Elon Musk muy adorador de esos ídolos. 


Pero sin dinero apenas puede haber estrategias. Solo se tapan goteras. La cosa va tirando con la motivación juvenil en un empleo reciente, la predisposición a casi lo que sea con tal de lograr una acreditación de profesor o catedrático o la vanidad académica de la cita y el proyecto de investigación. Pero cada vez que se renuevan los cargos de rector, decanos y directores de departamento el fuelle y la ilusión es menor. No hay “gestión del cambio” que valga. Ni “retención del talento”. Ni “benchmarking” que sirva fijándonos en Harvard o el MIT. Sin pasta, amigos míos, las expresiones del  “management bonito” suenan ridículas. Si te mencionan un “greencampus” para restar importancia a que no funciona el servicio de fotocopias, si los estudiantes no pueden contar con material de prácticas porque un trabajador está de vacaciones y no hay quien lo sustituya... pues empiezas a pensar que lo de las estrategias está muy bien; pero un DAFO no te de comer cuando tienes hambre.


Llevamos muchos años escuchando estrategias. Y algunos se han creído que definiendo “propósitos” o llenándose la boca con la palabra “calidad”  se arreglan los problemas. Pero la universidad revive la historia de la carga de la Brigada Ligera: caballos y lanzas contra tanques blindados. Al menos en Madrid han empezado a cargar. Un poquito. Sobre todo con la artillería de los medios anti Ayuso. En Galicia, no. Tal vez porque ni hay medios ni rectorados “anti”. Pero no hace falta serlo. Basta con tener razón y lograr que los medios y la opinión pública consideren una vergüenza intolerable la situación financiera de la universidad. Ese debería ser el principal objetivo del plan de comunicación. Todo lo demás, al menos a corto plazo, es literatura.

La Universidad sin dinero

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