Francia vive días de depresión política. Un extraño “consenso” entre las extremas izquierda y derecha tumbó al Gobierno y todo indica que el presidente no tiene fácil la resolución de esta crisis, muy preocupante para Europa porque coincide con el vacío de poder en Alemania, otro pilar de la UE.
Pero este comentario no pretende analizar el caos político de Francia. Las líneas que siguen van dedicadas a Notre Dame, la catedral de París, cuya recuperación celebraron los franceses –y todos los amantes del arte y la belleza– el fin de semana pasado en un acto esplendoroso al que asistieron muchos mandatarios de todo el mundo.
Notre Dame representa el esplendor artístico y es a la vez el testimonio vivo de la conexión entre el arte y la fe cristiana. El ingenio creador del ser humano alumbró esta obra grandiosa en la Europa medieval, entre los siglos XII y XIV, que resultó ser un poema esculpido en piedra de una belleza deslumbrante, paradigma de hermosura arquitectónica y faro de espiritualidad.
El 15 de abril de 2019 sufrió un pavoroso incendio que destruyó la techumbre, la simbólica aguja central, dañó el rosetón, las vidrieras y numerosos elementos y nos recordó que incluso las estructuras que parecen eternas son vulnerables. Mientras el templo era asolado por las llamas, un vendaval de tristeza asoló también a la humanidad porque la destrucción de esta joya no solo era representaba una ruina para Francia, era una pérdida irreparable para el mundo entero.
Aquella tarde de abril el presidente Macron, mostró una gran fortaleza de ánimo y anunció con firmeza la reconstrucción de la catedral: “La reconstruiremos más bella aún y quiero que esto se realice en cinco años. Podemos hacerlo”.
Y se hizo. En ese proceso sumaron recursos la iniciativa privada y el erario público y fue una oportunidad para unir a un país descosido por otros problemas hasta recuperar la basílica que hoy brilla con todo su esplendor, incluso más reluciente que antes del trágico incendio.
Los franceses, que valoran su historia y respetan sus símbolos, dieron una prueba de su capacidad para sobreponerse a la adversidad, transformando la desolación en una ocasión favorable para recuperar su joya arquitectónica, una obra maestra que seguirá siendo un símbolo de esplendor artístico. Lo sublime creado por el ser humano renació en París y Francia encuentra en su catedral un poco de paz en tiempos confusos.
Un apunte final. Si un incendio destruyera hoy una de nuestras catedrales emblemáticas –Compostela, Burgos, León…–, ¿sería posible su reconstrucción? El ejemplo de la catástrofe de Valencia es un mal precedente. Es probable que los gobernantes se atrincheraran en un debate de competencias y unos y otros se zurrarían la badana ante las cenizas de la Seo afectada. La polarización reinante no deja lugar al optimismo. Somos así.