En las democracias de calidad la política se rige por normas de integridad de los dirigentes y cuando un político incumple esas reglas o miente, el sistema democrático lo sanciona, lo que refleja el compromiso con la ética y la limpieza institucional que los ciudadanos exigen.
El último ejemplo es el de la ministra de Transportes del Reino Unido, Louise Haugh, que acaba de presentar su dimisión por mentir a la policía al denunciar que le habían robado el móvil y después de encontrarlo en su casa se olvidó del “pequeño detalle” de informar a la misma policía del hallazgo. Los hechos ocurrieron en 2013 y la exministra, que entonces no ostentaba tal cargo, alegó que “todo fue un error, en ningún caso buscaba sacar partido”. Pero once años después dimitió. Así funciona esta antigua democracia.
Algo parecido ocurre en Alemania, donde un presidente y una ministra de Defensa se fueron a casa por plagios en sus tesis y otros ministros por mentir. La cultura política británica y alemana nos enseñan que el engaño y la mentira tiene costes reputacionales para los altos cargos pillados, funciona la interacción entre instituciones democráticas, la presión mediática y pública. Es el “código ético” que rige en estos países.
Por cierto, código ético puesto como ejemplo en el debate de investidura –el 1 de junio de 2018– por el candidato a la presidencia del Gobierno como muestra de honradez política: dimitir por mentir o por plagiar una tesis doctoral. “Lo que hay en Europa –decía el señor Sánchez– son Gobiernos, como en Alemania, en los que personas que han desempeñado responsabilidades ministeriales y a las que se les ha descubierto que han plagiado una tesis lo que han hecho ha sido dimitir”.
La hemeroteca, siempre cruel, deja al descubierto las incoherencias posteriores del presidente –también plagió su tesis y tiene una mala relación con la verdad– y de otros políticos y altos cargos de su entorno, algunos imputados por comportamientos, indignos, faltos de ética y responsabilidad, que no dimiten, no asumen sus responsabilidades. Eso genera una sensación de impunidad en el ejercicio del poder que contrasta con Inglaterra, Alemania y otros países donde la dimisión es un acto casi automático. En esos países todos los políticos nominados aquí estarían en la calle.
Ahora mismo hay varias causas judiciales abiertas en el entorno familiar del presidente y en su partido con distintos protagonistas que estos días pasarán por los juzgados en modo “desfile de estrellas”. No busquen dimisiones, no las hay. Tampoco piensen en “manía persecutoria” de los jueces. Las evidencias de comportamientos poco ejemplares son tantas que hasta las perciben quienes quieren taparlas. ¿Cómo explicarlo? Recuerden el viejo eslogan turístico “Spain is different”. También en la no asunción de responsabilidades políticas.