Letra pequeña

Telefónica me ha ofrecido un contrato con tanta letra pequeña que después me ha enviado un resumen. Lo primero lo hacen todos, lo segundo es “bien simpático”, que diría mi abuela. La letra pequeña es aquella que se reduce (y extiende a lo largo infinitos párrafos) para que no se lea al firmar y solo beneficie a quien la escribe. Que se acepte su existencia y se considere legal no es más que otra demostración de que el sistema permite que el fuerte abuse del débil, del consumidor, del votante, del contratado, del cliente… Es decir, del individuo, que somos todos y cada uno de nosotros cuando nos enfrentamos a la organización, a la empresa, al mundo.


A veces, los acuerdos tienen letra pequeña para que no se enteren los demás, como en política. Los acuerdos de gobierno son un ejemplo perfecto, pero también los internacionales sobre paces o guerras. No importa que hablemos de Ucrania, de Cataluña o del Concello, como tampoco importa si es Telefónica, el banco o los seguros. La letra pequeña es donde se dice todo.


Pero como solo leemos tuits, titulares, eslóganes o memes, con un par de frases se mueven las bolsas, las partidas presupuestarias, las guerras comerciales, la compra de coches y hasta las pasiones ideológicas.


Un digital publica que Koldo le envió a Miss Asturias 1.500 euros en nombre de Ábalos. Y un informativo le dedica exactamente el mismo tiempo que a los 25 millones que Fernando Martín le dio a Francisco Correa, según confesaron en el juzgado. Las tertulias y columnas periodísticas se han centrado tanto en lo de Trump y Zelensky como en las competencias de inmigración en Cataluña. Un militar retirado se reía en televisión del incremento de los gastos en defensa a los que llevamos semanas prestando atención. “Como no tenemos industria propia, si no es a Estados Unidos, no hay a quien comprar nada”, decía. Vaya, hasta la ridícula cantidad que pagan las aseguradoras a los médicos se convierte en un problema de Muface o lo que han cobrado Broncano y Lala Chus por las campanadas son más importantes que los niveles de deuda de las comunidades…


Letra pequeña. Ábalos o Gurtel tienen tanta letra pequeña como sus sumarios. Lo que ocurrió en la Casa Blanca responde a mil tomos de letra pequeña.  A saber cuánta letra pequeña tendrá lo de la inmigración (que si cesión, que si delegación…), el aumento de gasto en defensa, el sistema de sanidad privada, los contratos de televisión o la financiación de las administraciones. Pero todo lo despachamos con un rotulador de trazo tan grueso como el que usa Trump para sus órdenes ejecutivas.


Uno de los problemas del periodismo profesional es que está desapareciendo su capacidad para elaborar un buen resumen de las cuestiones que se ahogan en letra pequeña. Para eso se precisa tiempo y dinero. E intención de ser imparciales, de contextualizar aunque sea dentro de una línea editorial. Porque resumir honestamente no es caer en el tuit, un titular espectacular o el clickbait.


Pero para qué molestarnos. Trump es un matón. Zelensky, un humillado. Los políticos, unos corruptos, puteros o agresores sexuales; los catalanes, unos chantajistas; los de Muface, unos jetas, que tienen sanidad privada y pagan poco a los médicos. Y Broncano, ése sí que se lo lleva crudo. Todo esto sin necesidad de etiquetar a Sánchez, Feijoo, Abascal o Díaz, que bastante etiquetados están ya. Así llegamos a los acuerdos, sin letra pequeña.


Si nadie nos explica la letra pequeña, nos manejan. A veces hasta llevarnos al enfrentamiento. Porque nada de esto sería novedad si no estuviéramos asistiendo a un espectáculo que anima a la pelea, a la guerra. La prueba está en que el sector de la defensa sube en los mercados bursátiles. Una buena noticia para los más avezados inversores. Solo para ellos.

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