Esto es un infierno

No puedo imaginar lo que vivió Sylvester Stallone cuando se vio cercado como Rambo por las fuerzas del ejército americano. Tampoco puedo imaginar lo que nuestros jóvenes pensarán de nuestro sistema democrático porque algunos entendíamos que vivir en democracia era condición necesaria y suficiente para vivir tranquilos mientras hacíamos frente al devenir de la vida, con sus alegrías y sus tristezas. Se suponía que unas personas con vocación de servicio público eran elegidas por nosotros para hacernos la vida más fácil, llegando al éxtasis cuando, como recogía la Constitución recordada cómo “la Pepa” decía que los gobernantes tenían como misión hacer más feliz al pueblo. 

 

Un joven español que cumpla ahora dieciocho años, tendrá en su memoria todo menos paz y tranquilidad. Estos jóvenes recordarán a sus padres soportando crisis económicas, corrupciones políticas de todo tipo, virus asesinos aderezados con más corrupción, guerras varias en Gaza o Ucrania, más crisis económicas y gobernantes insolventes que parecen no querer saber nada de la felicidad del pueblo. 

 

Recordarán también un mundo de enfrentamientos de hijos contra padres, de hombres contra mujeres, de propietarios e inquilinos, de géneros indefinidos contra la familia tradicional, de experimentos sociales cargados de odio y confrontaciones permanentes, un todos contra todos que no deja lugar a la concordia, como se anunció la Constitución del 78. Después de este breve relato, comprenderán ustedes que los jóvenes se alejan de la política todo lo que puedan, dejando la “cosa pública” en manos de activistas formados en el sectarismo más impúdico que podamos recordar. Los que ya tenemos más años recordaremos también cómo se nos vendió la “globalización” como un maná que abría mercados y hermanaba al mundo moderno que, supuestamente, sería un mundo de oportunidades. 

 

Recordaremos también que se creó una unión europea, con su parlamento incluido adonde los partidos mandaban a jubilarse a sus correligionarios para ofrecerles una jubilación dorada, se popularizó el sobrenombre de “cementerio de elefantes” a la euro cámara y claro, con estos mimbres, tenemos lo que tenemos. Europa no tiene un líder indiscutible, pero tampoco un liderazgo reconocido y respetado más allá de Bruselas, la señora Ursula Von der Leyen es, seguramente, uno de esos “elefantes” que la política colocó al frente de una Europa que no montó su propia estructura de defensa y dejó nuestra seguridad en manos de una OTAN cuyo último propietario real es EEUU. 

 

Tampoco fue capaz de promover ningún plan de paz para el conflicto de Ucrania en tres años de muertes absurdas. Tampoco nos hemos dotado de una diplomacia útil que pudiera tender puentes para prever conflictos como los que nos asfixian ahora. El resultado de tanta incompetencia ha supuesto la irrelevancia europea en las decisiones que nos afectan a todos y que vienen de la mano de aquella “globalización” magnífica que nos vendieron. El euro nos empobreció de un día para otro y acabó por ser la tumba de aquella clase media que daba estabilidad a España. 

 

Ahora todo pasa por ayudas, subvenciones, paguitas y cheques “ayuda” que en nombre del estado se le hacen llegar a los jóvenes para comprar video juegos y otras cosas que, en lugar de alentar el talento y el mérito, mantienen anestesiada a una juventud que ya solo aspira a ser “funcionaria”. Sí, los mayores también nos hemos alejado de la política, nos enfada y nos enfrenta. Así las cosas, la democracia se deteriora a pasos agigantados y algunos se preguntan: ¿por qué crecen los extremismos? Háganselo mirar porque son ustedes, los gobernantes, los que empujan a la ciudadanía a la polarización, a que esto sea un infierno.

Esto es un infierno

Te puede interesar