La actividad de fin de semana de los líderes políticos suele aportar titulares que merecen ser resaltados. Como el que dejó el domingo el presidente del Gobierno que reclamaba a Feijoo “no aliarse con los que quieren destruir Europa desde dentro”.
En clara referencia a Vox, presionaba al líder del PP para que se distancie de este partido euroescéptico, que rechaza políticas de la UE como la lucha contra el cambio climático, combate la inmigración o defiende políticas alejadas de la democracia.
No es un mal consejo el del presidente del Gobierno. Lo malo es que su firmeza con este cordón sanitario entra en contradicción con su trayectoria política, incoherente y de doble rasero. Porque su Gobierno está tutelado por partidos de la izquierda radical, como Bildu y Esquerra, y por nacionalistas de derecha rancia, como Junts y el PNV. Todos ellos están más unidos por el afán de destruir España de lo que está Vox para destruir a Europa. Son partidos que buscan la independencia, amenazan la integridad territorial española y Bildu tiene un pasado vinculado a la violencia.
Es verdad que la cuestión de los “cordones sanitarios” es compleja pero, o se aplican a los dos extremos, derecha e izquierda, o no se aplican a ninguno. Así ocurre en países europeos donde los grandes partidos han aislado tanto a la extrema derecha, como a la extrema izquierda por la amenaza que representa para el orden constitucional y los valores democráticos.
El único gobierno en el mundo democrático que pactó con partidos extremistas que quieran destruir el país es la España de Sánchez donde su partido, perdedor de las elecciones, reunió a radicales de izquierda y nacionalistas de derecha con el argumento de que “somos más”, sin importarle la naturaleza de los aliados. Lo que realmente pretendía era formar un cordón sanitario contra el Partido Popular, ganador de las elecciones, para mantenerse en el poder.
Lo que está ocurriendo en España genera la percepción de que los principios dependen más de la conveniencia política que de una verdadera defensa de la democracia. Si se excluye a Vox por sus posturas radicales de derecha, ¿por qué no excluir a Bildu, a Esquerra, a Junts y al PNV a los que España les importa un bledo? Si el PSOE pacta con estos partidos radicales y se deja chantajear para mantenerse en el poder, ¿qué legitimidad tiene para exigirle al PP que se aleje de Vox que, al menos, no pretende destruir la unidad territorial de España?
El ejemplo de ahora mismo de “cordón sanitario” lo ofrece Alemania donde, después de los resultados del domingo, los conservadores de la CDU, ganadores de las elecciones, ya están en conversaciones con el SPD para resucitar la gran coalición. Ellos priorizan la gobernanza y estabilidad del país sobre sus diferencias partidarias. Sana envidia del modelo alemán, imposible por aquí.