Un canto a Galicia... y a Ezequiel

Cuando el pasado jueves terminé la nota necrológica que la Asociación de la Prensa de A Coruña mandó para informar a socios y medios de comunicación del fallecimiento de Ezequiel Pérez Montes, su familia solo me sugirió si podía obviar un pequeño detalle, su edad, porque a él nunca le gustó decirla.


Es la edad de Ezequiel uno de esos datos que no era fácil de confirmar, porque él, en su coquetería, se encargaba de jugar al escondite con los años que llevaba encima. Espero que, si en el más allá hay periódicos para recibir a los plumillas que llegan, me perdone haber desvelado el secreto.


Esa era una de las leyendas sobre su vida aunque, como nos desveló a Manolo Rodríguez y a mí en la entrevista que le hicimos para ‘La Hoja del Lunes’ anual de la APC, se le atribuyeron muchas. En parte, debido a su trabajo periodístico que, en ocasiones, como nos confesaba con una sonrisa traviesa, forzaba hasta llegar a inventarse algunos detalles.


Con formación de Filosofía y Letras, Turismo y Periodismo, hablaba varios idiomas y tenía una amplia formación cultural. Pasó por los gabinetes de prensa del Ayuntamiento y del Puerto y fue corresponsal de TVE aunque la mayor parte de su carrera la desarrollaría en las páginas de El Ideal Gallego, como periodista primero, en los setenta, y como articulista después, hasta hace apenas unos años.


En las páginas de El Ideal se publicaron algunas de sus entrevistas más famosas, desde Rita Hayworth, que le había impresionado profundamente, al cardenal Quiroga Palacios, que llevaba unos tomates enormes en los calcetines y así lo reflejó en la página, con la consiguiente bronca posterior.


Entre esos entrevistados figuraba Julio Iglesias, con quien comió en el Fornos, seguramente bajo esos murales maravillosos de Lugrís. A los postres, el cantante le enseñó una letra que no había funcionado en el primer pase del concierto y Ezequiel se la rehizo. Era ‘Un canto a Galicia’ y, cada Navidad, Papá Noel llegaba para el periodista coruñés en forma de derechos de autor por haber colaborado en hacer de la canción un éxito mundial.


Sobre su vida se pueden contar mil anécdotas, como que solía hacer las entradillas para TVE siempre delante del Banco Pastor, por su buena relación con la condesa de Fenosa, aquella vez que habló con 16 ministros de Franco en un ascensor, entre los codazos de los guardaespaldas, o aquella otra en la que, en los vestuarios de Riazor, después de un partido, casi le dan una paliza al confundirle con el árbitro hasta que apareció alguien que le conocía y avisó al resto: “Eh, que es Ezequiel”. Algún golpe ya se había llevado por entonces...


Fue un personaje hasta el final, de esos que forman parte del paisaje urbano, desde sus estudios de niño en Salesianos, donde sus compañeros de colegio recuerdan su voz prodigiosa en el coro, hasta sus baños en La Solana, pasando siempre por la Ciudad Vieja, en donde dejó su huella, y en donde vivió hasta el final de sus días.


Las últimas veces que le vi fue en su casa de la calle Tinajas, a donde le acercaba la lotería o mascarillas durante la pandemia y que él recogía con cuidado desde la ventana, aunque ya no nos acordamos del miedo que pasamos entonces.


Se nos ha ido Ezequiel, eterno presidente de la Asociación de la Prensa (lo fue durante 18 años), con sus luces y sus sombras, sus entrevistas reales y algunas con más fantasía, pero a mí me gusta recordarlo con la frase que nos dijo en aquella entrevista, hace apenas tres años, en la que, evocando a Neruda, confesaba que, por encima de todo, había vivido.  

Un canto a Galicia... y a Ezequiel

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