La piedra del Destino, una de las reliquias del reino de Escocia utilizada durante siglos en sus entronizaciones y sustraída en 1296 por el rey inglés Eduardo I, volverá a ser un elemento clave en la ceremonia de coronación de Carlos III, lo que ha suscitado malestar en el nacionalismo escocés.
Entre el misticismo y la leyenda con la que se construye la historia, la Piedra del Destino (o Piedra de Scone) tiene un lugar en la coronación de los reyes británicos desde el siglo XIV, cuando Eduardo I de Inglaterra (1272-1307) invadió el reino de Escocia en su expansión.
“Llevándose una de las insignias de autoridad de la corona, (Eduardo) quiso simbolizar su conquista de Escocia, poder decir: ‘Realmente he derrotado a Escocia’”, lo que provocó el principio de la insurrección escocesa (1298-1303) encabezada por William Wallace, explica a EFE el historiador Ewen Cameron, de la Universidad de Edimburgo.
La piedra es una roca arenisca, rosa rojiza, rectangular, de unos 150 kilos de peso y el tamaño aproximado de una maleta, con dos aros de acero de gran dimensión en sus extremos de uso incierto, transporte o seguridad, y originaria de la localidad escocesa de Scone, en la región de Perth.
Según los registros históricos, desde al menos el siglo IX “se coronaba al monarca escocés en la piedra, en una ceremonia que tenía lugar en la Abadía de Scone, y los nobles se postraban ante el rey”, describe para EFE Rachel Pickering, asesora cultural de Patrimonio Histórico de Escocia.
“El hecho de que Eduardo I sustrajera la piedra, más otras insignias reales, subraya la importancia y el estatus con la que era percibida”, explica Pickering.
Alrededor de 1300, el monarca hizo construir una silla e instalarla en la Abadía de Westminster junto a la piedra, donde estuvo durante más de siete siglos, hasta que en 1996 fue devuelta por el Gobierno británico y la difunta Isabel II, para ser exhibida en el castillo de Edimburgo con el compromiso de viajar a Londres para cada coronación.
Ese compromiso fue calificado de “insulto histórico” por el exjefe de Gobierno escocés y dirigente nacionalista Alex Salmond, quien atacó con dureza y calificó de "caniche" al actual ministro principal, Humza Yousaf, por haber permitido la salida de la reliquia.
Según Salmond, que gobernó Escocia entre 2007 y 2014 y ahora encabeza el partido minoritario ALBA, la piedra no habría sido trasladada a Londres de haber sido él todavía ministro principal, pues habría ordenado a la Policía escocesa impedir la operación hasta que el Gobierno central autorice un nuevo referéndum de independencia.
El también nacionalista Yousaf, que participó en la ceremonia de despedida de la piedra, defendió que no es su papel decir a la Policía cómo actuar y que, de haberlo sido, tampoco habría sido lo "correcto".
Con anterioridad a su devolución definitiva a Escocia en 1996, la reliquia había sido robada, en la Nochebuena de 1950, por cuatro estudiantes escoceses.
Iain Hamilton, Gavin Vernon, Alan Stuart y Kay Matheson “se colaron en la abadía justo antes de su cierre, y durante la noche movieron los 150 kilos de piedra, la pusieron sobre el abrigo de uno de ellos y la arrastraron”, describe el profesor Cameron.
Según los informes policiales, la seguridad era rudimentaria, y “fueron capaces de meterla en el coche y traerla” prosigue el historiador. Apareció en la abadía de Arbroath, donde en 1320 Escocia firmó su declaración de independencia. Finalmente se devolvió a Westminster.
“Ninguno fue procesado para no convertirlos en mártires”, explica Cameron.
Debido a la salud del entonces rey, Jorge VI (1895-1952), las autoridades británicas entraron en pánico con su hurto, “preocupados ante la posibilidad de una coronación sin la piedra”, finalmente utilizada en 1953 para la ceremonia de su hija, Isabel II, contextualiza el historiador.
“Tiene un significado religioso y emocional importante (...), cuando en 1996 retornó a Escocia quedó muy claro que la piedra tendría que volver a Westminster en caso de coronamiento”, afirma el académico.
Así la Piedra del Destino ejercerá su poder ceremonial con Carlos III, quien se unirá a la lista ancestral de monarcas coronados por la reliquia desde al menos el S.IX, para después retornar a Escocia donde estrenará hogar en 2024: el nuevo museo de Perth.