La enorme bola de fuego que cruzó durante casi cinco segundos e iluminó como si fuese de día el cielo del noroeste de la Península Ibérica a las 1:19 horas del 18 de enero de 2021 era un asteroide de 1,15 metros de longitud y 2,62 toneladas de peso que chocó contra la atmósfera a 75 kilómetros de altura, con una velocidad de 15 kilómetros por segundo, y produjo un meteorito de 527 gramos.
Esos datos son parte del resultado de la investigación liderada por el Área de Astronomía y Astrofísica del Departamento de Matemática Aplicada en la Escola Politécnica Superior de Enxeñaría del Campus de Lugo, en lo que supone un “hito para la astronomía gallega y española”.
Los resultados de esa investigación figuran en el artículo ‘El meteorito de Traspena: órbita heliocéntrica, trayectoria atmosférica, campo de dispersión y petrografía de una nueva condrita ordinaria L5’, que será publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, una de las revistas de astronomía más prestigiosas del mundo.
En esa misma publicación, en una versión preliminar ya accesible en línea, se detallan los cálculos realizados por el astrónomo Manuel Andrade Baliño, que ha utilizado por primera vez en este campo nuevos métodos y modelos matemáticos para determinar tanto la órbita heliocéntrica previa al impacto, y las posibles asociaciones dinámicas con otros objetos próximos a la Tierra, como la trayectoria atmosférica de este asteroide y su caída como meteorito.
En estos cálculos se han utilizado las medidas astrométricas obtenidas con las cámaras de detección de bólidos y meteoros que la USC tiene en el Observatorio Astronómico Ramón María Aller (OARMA), en el Campus de Compostela, y en la Escola Politécnica Superior de Enxeñaría del Campus Terra, en Lugo.
Además, también han sido cruciales las grabaciones casuales de particulares en diferentes lugares de Galicia y de Castilla y León, cuya calibración, incluidas mediciones in situ realizadas con teodolito, ha corrido a cargo de los miembros del OARMA, el profesor José Á. Docobo y el investigador Pedro P. Campo.
Según la investigación, la trayectoria atmosférica de este asteroide fue muy próxima a la vertical, con un ángulo de entrada con respecto a la superficie de la Tierra de 77 grados, “penetrando muy profundamente hasta llegar, ya fragmentado y con una velocidad de 2,4 kilómetros por segundo, a solo unos 15,7 kilómetros de altura, punto en el cual la ablación cesó y los diversos fragmentos dejaron de ser visibles”.
“La investigación estima que el brillo de este superbólido llegó a ser, como mínimo, unas 50 veces superior al de la luna llena. Además, el estampido sónico originado por la onda de choque que se formó, debido a la entrada del asteroide en la atmósfera a velocidades hipersónicas, alertó a la vecindad de las comarcas de Sarria, Os Ancares, Terra de Lemos, Quiroga y del Bierzo”.
En el artículo también se recoge el estudio realizado por la sismóloga Mar Tapia (Laboratori d’Estudis Geofísics Eduard Fontserè, IEC) sobre las señales sísmicas provocadas por la onda de choque que fueron detectadas en las estaciones del Instituto Geográfico Nacional en A Pontenova (Lugo), Agolada (Pontevedra) y Calabor (Zamora).
Los cálculos preliminares realizados en la EPS de Enxeñaría el mismo día del evento ya indicaban que era muy probable que algún fragmento del asteroide hubiese sobrevivido a la intensa ablación y continuado, ya en la fase denominada vuelo oscuro, hasta impactar contra el suelo muy cerca de Lebruxo (Baralla).
Inmediatamente se organizó un equipo de búsqueda de posibles meteoritos, formado por el profesorado del Departamento de Matemática Aplicada del Campus de Lugo.
Los miembros del OARMA involucrados en la investigación, además de otras personas, también participaron en varias de las jornadas de búsqueda en esta zona de complicada orografía. Finalmente, fue un vecino de Lebruxo quien dos meses después encontraría en el lugar de Traspena (parroquia de Covas, Baralla) un meteorito de 527 gramos.
La investigación concluye, sin embargo, que podrían haber caído más fragmentos en dos localizaciones muy próximas al río Neira.
El análisis del único meteorito recuperado se ha realizado en diversos laboratorios españoles con una amalgama de técnicas microscópicas, espectroscópicas y magnéticas que han permitido un estudio detallado de su naturaleza y composición.
Esta parte de la investigación, que ha sido dirigida por los profesores Jordi Llorca, de la Universitat Politècnica de Catalunya, y Javier García Guinea, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), ha permitido determinar que el meteorito de Traspena pertenece a la familia de las condritas ordinarias, subgrupo L5.
Este es un tipo común de meteoritos, procedente del cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter, que contienen tanto partículas de silicatos como partículas metálicas y cuyo estudio permite obtener información muy valiosa sobre el origen y evolución de nuestro sistema planetario.
De hecho, los meteoritos son objetos muy preciados por la ciencia porque representan los eslabones más primitivos a partir de los cuales se formaron los planetas, la Tierra incluida, precisa la USC en un comunicado.
Los resultados obtenidos en esta investigación también revelan, tal y como explica el profesor Manuel Andrade Baliño, que figura como primer firmante del artículo, que el cuerpo progenitor de este meteorito era un asteroide perteneciente al grupo de los Apolo, el cual forma parte de los llamados asteroides próximos a la Tierra (NEA), que se movía alrededor del Sol completando una vuelta cada 1,19 años y cruzaba las órbitas de Venus y Marte.
La singularidad del meteorito de Traspena reside precisamente en que es uno de los pocos casos en el mundo para el cual ha sido posible determinar con precisión la órbita heliocéntrica de su cuerpo progenitor, previa a la colisión con la Tierra, lo que aumenta su interés científico.
Además, “constituye un hito, tanto en la astronomía gallega, ya que es la primera caída bien documentada de un meteorito en Galicia, como en la española, pues es la primera vez que el cálculo de la trayectoria atmosférica y el de la órbita heliocéntrica se realizan íntegramente por investigadores españoles”.