Este domingo, 2 de abril, Alberto Núñez Feijóo cumple un año como líder del PP, convencido de que vencerá a Pedro Sánchez y logrará gobernar en España apelando al voto útil en la derecha y a los votantes de centro, tras haber unido a su formación.
Cuando tomó las riendas, su partido estaba roto por la guerra abierta entre su antecesor, Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Doce meses después, en el PP conviven varios acentos, pero ha vuelto el equilibrio interno; al menos por el momento.
Feijóo es además líder en las encuestas, que salvo excepciones -el CIS- prevén que PP y Vox sumen mayoría. En Génova han encargado sondeos propios y fuentes de la dirección señalan que están ya en el 34 % de los votos, 143 escaños. La meta es alcanzar los 150 y gobernar en solitario, sin tener que incluir a Santiago Abascal en el Consejo de Ministros.
A esta posición llega Feijóo tras un año de primeras veces, en el que ha tenido que liderar su partido desde una plaza secundaria, el Senado, ha inaugurado una nueva relación con Vox y ha trasladado al Gobierno múltiples propuestas que no han llegado a pacto alguno.
El primer Comité de Dirección, con fuerte peso de gallegos y andaluces; la primera audiencia con el rey como líder de la oposición; la primera reunión en Moncloa como adversario de Sánchez; el primer cara a cara parlamentario; las primeras cumbres del PP europeo.
La primera coalición de Gobierno con Vox, en Castilla y León, se materializó, eso sí, antes de que asumiese oficialmente el mando y cuando Casado estaba ya fuera de juego.
También ha protagonizado despedidas, de Galicia y de su puesto como presidente de la Xunta, que ejerció durante trece años.
Sus primeros meses como líder los invirtió Feijóo en hacer propuestas al Gobierno, sobre todo en economía y fiscalidad, y en cerrar capítulos internos como el del control del PP de Madrid, que quedó en manos de Ayuso el 20 de mayo.
En junio la mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía insufló euforia en la calle Génova, sede de los populares.
Tras el verano, llegó el último intento fallido de renovar el Consejo General de Poder Judicial. El posible pacto generaba reticencias en barones como Ayuso y Feijóo rompió la negociación al publicarse que el Gobierno planeaba suprimir el delito de la sedición, como finalmente ocurrió.
En este tiempo Feijóo ha inaugurado una nueva era en las relaciones con Vox, rotas tras el no de Pablo Casado a la primera moción de censura de este partido y sus críticas personales a Abascal. Ambos líderes se vieron en septiembre y mantienen el contacto desde entonces, lo que allana el camino a futuros pactos.
Este acuerdo de no agresión ha sobrevivido a la segunda moción de censura de Vox con el candidato independiente Ramón Tamames. La abstención del PP y la decisión de Feijóo de desvincularse del debate se han visto como un acierto en su partido, pese a las críticas suscitadas en la izquierda.
La cercanía de las urnas ha llevado a ambas fuerzas a subrayar sus diferencias en los últimos días, sin que la ruptura de Ayuso con Vox se haya contagiado a todo el mapa electoral.
Pese a que la posibilidad de cambiar los Gobiernos de Castilla-La Mancha o de la Comunidad Valenciana dependen de la suma con Vox, el PP recalca que el de Feijóo es un proyecto "sin etiquetas" para la "mayoría moderada".
En su viaje al centro y en su pugna por el electorado socialista decepcionado, Feijóo ha enmendado la posición del PP sobre el aborto, al apoyar que se practique libremente en los plazos que fija la ley, y su dirección es favorable además a regular la gestación subrogada. Da estos pasos aún cuando es consciente de que ambos elementos generan contestación interna.
Como logro de su primer año en Génova figura uno en clave interna: unir las dos almas del PP. Tras años chocando, los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy escenificaron una reconciliación compartiendo acto en Valencia y se vuelcan ahora en la campaña el 28 de mayo.
Entre sus debes, errores como el de confundir el tipo de interés con la prima de riesgo, vincular el islam con el terrorismo islámico -después corrigió- o, según sus adversarios, criticar la relación del Gobierno con "autócratas" latinoamericanos coincidiendo con la cumbre en la que participaba el rey, aunque Feijóo sostiene que se le malinterpretó.
El PSOE remarca cada equivocación preguntando si es "insolvencia o mala fe" y en privado los populares admiten que equivocarse es el riesgo que conlleva la gran exposición mediática de su líder.
Porque Feijóo se ha calzado trece años después el traje de la oposición y, como admiten en el partido, el nuevo encaje no es sencillo. El líder mantiene el núcleo duro que le rodeaba en Galicia, del que emanan las principales decisiones.
Con estos mimbres, enfrenta la prueba de fuego de las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo. Con muchos balones en el poste, esta cita es la antesala en la que el PP y Feijóo se juegan su futuro en las generales, donde los populares no pierden de vista el aguante de Sánchez entre sus electores.