El descuento obligatorio introducido por el Gobierno en la compra del carburante desató una fuerte polémica dentro del sector de las estaciones de servicio, y avivó las tensiones internas entre las grandes petroleras y el resto de gasolineras con la “guerra de precios” como protagonista.
Mientras Repsol, Cepsa y BP (los tres operadores con más estaciones del país al aglutinar un 48 % del total) aplican descuentos incluso superiores a los cinco céntimos exigidos por el Gobierno, las estaciones independientes, automáticas y franquiciadas han elevado la voz para alertar de que sólo adelantar los 20 céntimos por litro exigidos legalmente ya compromete su tesorería.
La normativa diseñada por el Ejecutivo recoge que de esta bonificación, quince céntimos siempre corresponderán al Estado y los cinco restantes serán asumidos por las gasolineras.
Sin embargo, en la letra pequeña se precisa que no tendrán que afrontar ese importe aquellas sin capacidad de refino en España y que no lleguen a los 750 millones de euros de facturación.
En la práctica, esto provoca que sólo Repsol, Cepsa y BP tengan que asumir una parte del descuento, pero todas las empresas deben adelantar inicialmente este importe en cada repostaje. Está previsto que la Agencia Tributaria devuelva ese dinero e, incluso, conceda adelantos para no agravar precisamente los citados problemas de liquidez a partir de la próxima semana.
Las pequeñas gasolineras inciden en que esa obligación de adelantar dinero supone un golpe de calado para su liquidez y denuncian que la norma ha sido diseñada de tal forma que acaba beneficiando a las grandes, que, en su opinión, tienen “la sartén por el mango” y hacen una “agresiva” campaña de precios para recuperar cuota de mercado.
El refino, clave
Detrás de la controversia generada se encuentra un sector extremadamente heterogéneo: las grandes están presentes en toda la cadena de valor porque tienen capacidad de producción y refino de combustible, a lo que suman una amplia red de establecimientos de venta, mientras que el negocio de las pequeñas “grosso modo” consiste en comprarle el carburante a éstas y revenderlo en sus gasolineras.
“Nosotros compramos a una serie de operadores, que hay diferentes pero todos ofrecen precios muy similares. Lo adquirimos y le ponemos un margen. En el caso de los grandes puede llegar a 30 céntimos por litro, mientras que en nuestro caso son 6 ó 7”, explica el directivo de una gasolinera “low cost” (de bajo coste).
Son modelos contrapuestos: mientras los grandes destinan fuertes inversiones a dar un servicio completo en sus estaciones y a patrocinios de todo tipo y funcionan a largo plazo, los pequeños tienen su foco en el precio (de hecho ha ganado peso el modelo de estaciones automáticas, sin ni siquiera personal) y hacen compras de combustible a corto plazo, y la volatilidad les afecta más.
El precio del gasóleo subió cerca de un 25% desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania y la gasolina otro 14%, y en los últimos días se ha especulado con que las propias estaciones de servicio aumentaron aún más sus precios justo antes de la entrada en vigor del descuento.
Un portavoz de una de las principales petroleras del país lo negaba, y achacaba el alza en el surtidor a las pequeñas, que admiten una subida pero la desvinculan de este nuevo descuento.