Parece que atrás quedaron esos tiempos en los que ir a Riazor y tomarse unas copas después requería cambiarse de camiseta, ya que en la noche se ve que estaba mal visto vestir de blanquiazul. Una vez asimilado el chándal como parte del ‘outfit’, el siguiente paso ha sido desterrar la camiseta de fútbol, que ahora ya no se mira con malos ojos, sino más bien con golosos.